viernes, 9 de abril de 2010

DECIMA TRADICION

"Alcohólicos Anónimos no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas".


    Nunca desde sus comienzos se ha visto Alcohólicos Anónimos dividida por una gran controversia. Ni tampoco nuestra Comunidad jamás ha tomado partido públicamente en ninguna polémica de este mundo turbulento. Sin embargo, esto no ha sido una virtud adquirida. Casi se podría decir que nacimos con ella, porque, como dijo recientemente un veterano, "Muy rara vez ha oído a los miembros de A.A. discutir acaloradamente entre sí cuestiones de religión, política o reforma. Mientras no discutamos sobre estos asuntos en privado, podemos contar con que no lo haremos en público".


   Como si estuviéramos guiados por algún instinto profundo, los A.A. hemos sabido desde el mismo principio que, fuera cual fuera la provocación, jamás debemos tomar participado públicamente en ninguna querella, por muy noble que fuese. La historia nos presenta el espectáculo de naciones y grupos enredados en conflictos que acabaron finalmente destrozados por haberse originado en controversias o por haber caído en la tentación de participar en ellas. Otros se derrumbaron debido a su fanática rectitud, al intentar imponer en el resto de la humanidad unos ideales de su propia invención. En nuestros tiempos, hemos visto morir a millones de personas en guerras políticas o económicas, a menudo provocadas por diferencias religiosas o raciales. Vivimos bajo el inminente peligro de un nuevo holocausto encendido con motivo de determinar cómo deben gobernarse los hombres, y cómo deben repartirse entre ellos los frutos de la naturaleza y de sus labores. Este es el clima espiritual en el que nació A.A. y en el que, por la gracia de Dios, a pesar de todo, ha florecido.


   Recalquemos que esta aversión a pelearnos entre nosotros o con los demás, no la consideramos como una virtud especial que nos hace sentir superiores a otra gente. Ni tampoco quiere decir que los miembros de Alcohólicos Anónimos, ahora restablecidos como ciudadanos del mundo, vaya, a evadir su responsabilidad individual de actuar según les parece apropiado con respecto a las cuestiones de nuestra época. Pero cuando se trata de A.A. como un todo, es un asunto muy diferente. No nos metemos en controversias públicas, porque sabemos que nuestra Sociedad perecerá si lo hacemos. Creemos que la supervivencia y el crecimiento de Alcohólicos Anónimos tiene mucho más importancia que la influencia que colectivamente pudiéramos tener a favor de cualquier otra causa. Ya que la recuperación del alcoholismo significa para nosotros la vida misma, es imperativo que conservemos en su plena potencia nuestro medio de sobrevivir.


   Puede que esto cause la impresión de que los alcohólicos de A.A. han llegado repentinamente a una armonía perfecta y se han convertido en una gran familia feliz. Claro que no es así. Por ser seres humanos, tenemos nuestras riñas. Antes de alcanzar un poco de estabilidad, A.A. parecía más que nada una riña colosal, al menos en la superficie. El director de una empresa, que acababa de votar en pro de un desembolso de cien mil dólares, llegaba a una reunión de negocios de A.A. y se ponía hecho una furia por unos gastos de veinticinco dólares para comprar los sellos de correo que necesitábamos. Disgustados por el intento de algunos de dirigir el grupo, la mitad de los hombres se iban airadamente para formar otro grupo que fuera más a su gusto. Los ancianos, aquejados de un arranque de fariseísmo, se han puesto enfurruñados. Se han lanzado ataques encarnizado en contra de la gente sospechosa de tener motivos dudosos. A pesar de todo ese ruido, nuestras pequeñas desavenencias nunca hicieron a A.A. el menor daño. Eran una parte integrante del proceso de aprender a vivir y trabajar juntos. Vale mencionar también que casi siempre tenían que ver con formas de hacer que A.A. fuera más eficaz, cómo hacer el mayor bien para el mayor número posible de alcohólicos.


   La Sociedad Washingtoniana, un movimiento de alcohólicos que empezó en Baltimore hace un siglo, estuvo a punto de dar con la solución del alcoholismo. Al principio, la sociedad estaba compuesta exclusivamente por alcohólicos que trataban de ayudarse mutuamente. Los primeros miembros vieron que debían dedicarse a este único propósito. En muchos aspectos, los Washingtonianos eran parecidos a los A.A. de ahora. Llegaron a tener más de cien mil miembros. Si se les hubiera dejado en paz, y si se hubieran aferrado a su único objetivo, es posible que hubieran encontrado toda la solución. Pero no sucedió así. Los Washingtonianos permitieron que los políticos y los reformistas, tanto alcohólicos como no alcohólicos, se aprovecharan de la sociedad para sus propios fines. Por ejemplo, en aquel entonces la abolición de la esclavitud era una candente cuestión política. Pronto, los oradores del movimiento Washingtoniano tomaban partido, pública y apasionadamente, en esta controversia. Quizás la sociedad pudiera haber salido ilesa de la controversia de la abolición de la esclavitud, pero una vez que se puso a reformar las costumbres de beber de los norteamericanos, sus días estaban contados. Los Washingtonianos se convirtieron en cruzados de la temperancia y, a los pocos años perdieron completamente su eficacia para ayudar a los alcohólicos.


   Alcohólicos Anónimos no ha echado en saco roto la lección aprendida de los Washingtonianos. Al contemplar las ruinas de ese movimiento, los primeros miembros de A.A. decidimos mantener nuestra Sociedad fuera de toda controversia pública. De esa manera, se colocó la piedra angular de la Décima Tradición: "Alcohólicos Anónimos no tiene opinión acerca de asuntos ajenos a sus actividades; por consiguiente su nombre nunca debe mezclarse en polémicas públicas".

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